jueves, 14 de octubre de 2010

Felipe Gómez narra una conversación entre Hilario Zapata y su esposa (1976)


Era un frío atardecer de mediados de enero. Desde que supe del nuevo centro de población “La Esperanza” dediqué mucho tiempo a llevar registro de lo que ahi pasaba. Me preguntaba insistentemente cómo la secretaría de la Reforma Agraria, tan renuente en afectar intereses particulares, había elaborado el abultado y laborioso expediente de dotación ejidal en tan poco tiempo. Sin embargo al inicio el triunfo parecía definitivo: 20 mil hectáreas dotadas a 20 campesinos y crédito para quinientas cabezas de ganado; logros así solo fueron conseguidos masivamente durante la presidencia del general Lázaro Cárdenas.
El cielo está limpio. La luna tardaría en salir pero algunas estrellas brillaban en una bóveda que obscurecía rápidamente. El aire calmo y transparente estaba muy frío. Todo anunciaba una fuerte helada al amanecer del día siguiente.
De pronto Chato, el perro de Hilario que oteaba el horizonte, levantó las orejas, lanzó dos breves ladridos y se alejó corriendo por la vereda que llegaba a la casa. Lo seguí y vi a lo lejos las fiestas y el recibimiento alborozado que el perro daba a su dueño. Algo sacó Hilario de su morral, se lo dio al Chato y siguió caminando con paso ligero, aunque lo noté cansado. Había caminado más de treinta kilómetros en esa jornada.
Guadalupe también se dio cuenta de la llegada de su esposo. Avivó el fuego para dar calor a la estancia y salió al encuentro de quien llegaba. El saludo fue rápido pero con el cariño seco que siempre les conocí.
– Cómo te fue, Hilario? ¿ Cómo están mis papás y los tuyos?
– Bien, te mandan saludos. Me encontré en Castaños a uno de los Soriano y me dio un aventón hasta su ejido. Dormí en su casa y hoy en la mañana me vine a pie desde allá.
– Pásale a descansar, ahorita te hago de comer.
Los seguí al cuarto que hacía las veces de cocina y, como siempre, me quedé observando a la distancia. Fue entonces cuando Hilario no resistió más y le contó a Guadalupe que Antonio Soriano por fin le habló claro:
– Veníamos solos él y yo, en la camioneta y de pronto me dijo que hora que ya tenemos el ganado debemos prepararnos para pasarlo de contrabando a los Estados Unidos. Cuando le dije que la policía ganadera nos trae corto y nos vigila mucho, ser rio con hartas ganas y me dijo: “No les hagas caso. A veces hasta ayudan. Muchas veces nosotros pasamos ganado que no es nuestro. Ya te irás dando cuenta por dónde”.
– ¿Tú crees que los Soriano roban ganado? – preguntó Guadalupe.
– Creo que sí y hasta se me afigura que la policía anda metida en el trafique. En estas soledades además de unos cuantos peones de rancho y ejidatarios como los Soriano o nosotros ¿quién más se va a dar cuenta de lo que sucede?
–Pero nosotros no vamos a entrarle a esos negocios ...
–Claro que no, pero no sé bien como decírselo a los compañeros. Hoy estoy muy cansado. Ya veré mañana cómo le hago.

Ese fue el primer indicio que tuve de los importante que era para la policía ganadera de la región tener el control absoluto de la misma y contar con una cobertura legal para el contrabando de ganado y seguramente de otros productos. Esto pasaba a la mitad de la década de los setenta donde el contrabando de drogas y de armas por la región apenas comenzaba. En ese entonces el trasiego ilegal de ganado era lo fuerte. Dos grandes ejidos ganaderos taparían fácilmente tal trasiego.

3 comentarios:

  1. Una observación: hay algunos personajes que se repiten como El Profe, Hilario... otros se van nombrando una vez y no vuelven a aparecer; por ejemplo: ¿qué fue del Teobardo que se llevaron detenido los judiciales?
    Quiero decir que si lo pusieras todo de seguido tendrían que hilar los acontecimientos y los personajes.
    Supongo que cuando tengas una cantidad suficiente los engarzarás para un relato que tenga eso que dicen de principio, nudo y desenlace.

    Senocri.

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  2. Los nombres se repiten, las situaciones cambian, "el pais aunque cueste trabajo creerlo es absolutamente real".

    Un saludo, te sigo con dias de retraso,busco tus huellas y se que tus "hilos" no son de la misma madeja, pero confluyen en el mismo nudo.

    Con cariño El Loco.

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  3. la cita del el loco, completa esta entrega de una manera quizá inimaginada por su autor (o quizá soy ingenua y si fue imaginada).
    antes, ganado. ahora, campesinos obligando a sus hijos venidos del norte a desarraigar todas esas plantitas acabadas de nacer.
    y la policía/ejército en ambos casos.

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