lunes, 24 de septiembre de 2012

En una estación del Metro en el D.F. (Por estos días)

– ¿¡Álaro!? ¿Eres tú? 
Muy serio, con una molestia bastante bien disimulada, pero que alcanzamos a notar, el trabajador del Metro dejó de fregar el piso y, apoyándose en el mango del mechudo con el que limpiaba los andenes, volteó a ver al Profe. 
– Discúlpeme, pero creí reconocer a un viejo amigo que hace mucho conocí en una colonia solitaria entre Monterrey y la nada. 
Fue divertido ver al Profe disculpándose todo desconcertado. Seguramente pensó haber molestado al viejo afanador del Metro, orgulloso pero muy deteriorado físicamente. 
Era un domingo en la tarde. Los andenes estaban semivacíos. El Metro que había tardado en llegar un poco más que los días entre semana, en ese momento se detuvo. Se abrieron las puertas del vagón. El Profe dio vuelta con la intención de abordar el convoy, pero el trabajador al que había llamado Álvaro lo detuvo por el antebrazo. 
– Tal vez sí te conozca. El próximo tren no tarda mucho en llegar. No sé quién eres –añadió Álvaro– pero sabes mi nombre y yo también me acuerdo de una colonia perdida en una orilla de Monterrey. 
Tras dos segundos de silencio siguió hablando lentmente. 
– También recuerdo unos terrenos, al otro lado de la carretera, de los que nos sacaron porque un cabrón que me estás recordando se largó para Monclova. 
– ¡Pinche Álvaro! Entonces sí eres tú. 
– ¿También tú eres el Profe? Como que ya me estoy acordando. Pero entonces eras un muchachito flaco y con el pelo largo ... y los bigotes negros ¡Ya me acuerdo! 
Mientras el Metro arrancaba los dos viejos se abrazaron efusivamente. 
– ¿Tienes prisa? –Álvaro tomó el mechudo que había dejado recargado en la pared y empezó a limpiar el piso del andén con amplios movimientos. 
– No y aunque la tuviera. Pero imagino que tú tienes que seguir trabajando. Cuando termines la chamba nos podemos ver a la salida de la estación. O donde tú me digas. 
– ¿Vives en el D.F. o sigues en Monclova y sólo estás de visita? 
– Ni en México ni en Monclova. He andado por muchas partes. Pero dime ¿en dónde y a qué hora nos vemos? 
– Primero cuéntame que carajos haces en esta pinche ciudad. Con suerte hasta te invito a mi casa –el mechudo seguía oscilando. Tras él, el piso del andén brillaba limpio. 
– Vine a una reunión con algunos de los que militamos en el PST y mañana lunes ya tengo que estar en mi trabajo. En Querétaro. 
– Pues te vas a tener que quedar. No importa que mañana no trabajes ¡Vieras cómo extraño al partido! Tenemos muchas cosas que platicar. 
En esa ocasión el Profe no pudo quedarse en el Distrito Federal, pero estableció con Álvaro un firme contacto para encontrarse más tarde.

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