jueves, 9 de diciembre de 2010

Primero de mayo de 1978

-¿Qué hago viajando en este autobús? - se pregunta el Profe al despertar, con un paquete de cien periódicos sobre las rodillas y una hoja manuscrita en la bolsa de la camisa.
Afuera la carretera se alarga en línea recta apuntando al centro de un macizo montañoso claramente dibujado en el horizonte, allá lejos, levantándose en el aire nítido de una mañana que empieza calurosa.
A los lados de la carretera, una llanura gris amarillenta, salpicada con una vegetación de cactus y agaves, se extiende hasta el horizonte, que forma una línea recta con el cielo azul, sin nubes. Las hojas gris verdosas de la gobernadora, planta típica del desierto coahuilense, no alcanzan a comunicar su color, siempre moribundo, a la llanura desolada. El monótono ronronear del autobús adormece a todos sus ocupantes y la soledad exterior se apodera del ánimo de los viajeros. Ni un poblado se percibe en la inmensidad que abarca la vista. Al frente, sobre la línea del horizonte de aquel páramo, el macizo montañoso parece un pegote grotesco, aplicado al panorama con técnicas tramposas de montaje cinematográfico. La irrealidad aparente del desierto invade el ánimo más templado y la sensibilidad más obtusa. Hace un poco menos de una hora que el Profe abordó el autobús en Saltillo. A las ocho de la mañana el calor no era mucho en "la ciudad del aire acondicionado", como la apodan los regiomontanos, pero luego que el camión enfiló por esta larga vía sin alteraciones que cruza impávida el desierto, la temperatura se elevó rápidamente en el vehículo de segunda clase. Al despertar el Profe siente cómo un sudor pegajoso le brota de todo el cuerpo. Ve las mangas de su camisa manchadas con la tinta de los periódicos que lleva sobre las rodillas. Tras reponerse de la sorpresa que le causó el desierto circundante y remontar la incomodidad de monótono zumbido del autobús y del calor que parece aumentar a ritmo similar al avance del camión, al Profe lo asalta un puñado de preguntas que parecen venidas de alguien ajeno: ¿Qué haces viajando a una ciudad, Monclova, que jamás has visitado? ¿A qué vas en este primero de mayo a un destino bien definido pero absolutamente desconocido? ¿Por qué dejas a tu compañera en Monterrey, si la amas tanto? ¿Cómo te atreves a aventurarte en este viaje con tan sólo unos pocos pesos en la bolsa y un paquete de periódicos que intentan diseminar la ideología de un naciente partido político nacional?
El naciente partido político en que milita el aventurero crece lentamente en los principios de esta administración de un presidente de México que pasará a la historia por haberse definido, ciertamente tiempo después de lo que narramos, como "un perro que defiende al peso con fiereza" ante las monedas extranjeras, cosa que hizo, pero sin éxito.
El Profe se sigue preguntando: ¿Qué haré en Monclova, ciudad eminentemente obrera, con una lista de personas supuestamente luchadores sociales? ¿Qué locura surrealista me ha invadido?
En la lista que tiene el ex maestro no aparecen direcciones ni teléfonos, sólo vagas indicaciones como: maestro de la escuela tal, campesino que lucha por el ejido equis o individuo que vive en la colonia fulanita con el cual platiqué alguna vez en un camión y me manifestó su decisión de mejorar las cosas.
Los cuestionamientos que se hizo el Profe ese día nos los ha platicado muchas veces. Todavía afirma que la cadena de preguntas era más larga y que a ratos le parecía que la locura lo estaba invadiendo con familiar confianza. Ahora sabemos que esa certidumbre no quebrantó su ánimo.

3 comentarios:

  1. Buen comienzo. Nos recuerda algo entrañable. En otras latitudes.

    Digo buen comienzo porque se aprecia a un hombre que viene a sembrar pero ha dejado, allá, a su compañera a la que quiere. Es decir no ha aparecido del cielo como en paracaídas.

    Y muy bien narrado. Con sencillez. Limpio. Bueno como hasta ahora le hemos leído. Hay de todo: desierto, calor, sudor... Y, aun sabiendo a lo que se va, una ciertas aventura: la revolución no es una ciencia matemática.

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  2. Anda que acabo de dejar un comentario por allá más abajo y llegó acá y Talín lo ha dicho más elegantemente que yo: no todo es lógica matemática en esta vida. Bendito sea.

    El profe se tira de cabeza al abismo. Como figura literaria eso se ve muy salvaje. Como figura poética es algo que todos deberiamos hacer al menos una vez en la existencia. Si no que chiste.

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