jueves, 27 de mayo de 2010

El Profe y los ex verdes platican (diciembre de 1978)

– Tenemos que hacer algo con lo que dice el periódico de la sección– les dijo el Profe a los once obreros que estaban sentados en las duras bancas, en torno de aquella gran mesa rústica. Bancas, mesa y en uno de sus extremos el viejísimo mimeógrafo de alcohol, era el único mobiliario de aquella supuesta oficina.
– Ya te habíamos dicho que son cosacos. En realidad no defienden nuestros intereses.
– Ahora sí ya te convenciste. Después de haber leído el periódico de ayer ¡Qué bueno que se lo trajiste, Reynaldo!
– Tenían razón. Los blancos defienden más a Altos Hornos que a ustedes los obreros. Lo que me preocupa es que la empresa es de todos y por eso la deben defender.
– Tch ¡No sueñes, Profe! ¡Cuál nuestra ni qué la chingada!
– Pero es una empresa estatal, es de todos, también de ustedes ¡Imagínense que el dueño fuera todavía Harold Pape!
– No mames, Profe. Pura pinche teoría como los cosacos. La planta será muy nuestra en teoría, pero bien que nos chingan, nos explotan, como dicen los blancos, pero no hacen nada para que mejoren nuestros salarios. O las prestaciones, al menos.
No era esa la primera vez que obreros ex verdes y el Profe discutían. Más bien las diferencias de visión eran frecuentes, pero algo había que los mantenía unidos y, sobre todo, hasta ahora siempre habían terminado poniéndose de acuerdo.
Esta vez pasó lo mismo, quince minutos después acordaron insistir en el próximo volante en la necesidad de la unidad y la democracia sindical; no una sin la otra; y duro con la necesidad de que tanto la unidad como la democracia deben estar al servicio de la mejoría de los trabajadores.
Empezó así una laga lucha entre los redactores del periódico de la sección y el grupo de obreros que se reunían cada ocho días con el Profe. No imaginaron los obreros ex verdes, al iniciar el debate, lo que el ejercicio de redactar entre todos los volantes les aportaría. Tampoco sabían que pronto participarían también, en las discusiones y en la redacción de temas, obreros de la sección 248, más jóvenes, con menos experiencia sindical, pero todos con estudios de bachillerato y algunos cursando licenciatura.

jueves, 20 de mayo de 2010

El Profe y Reynaldo platican (diciembre de 1978)

– Ya viste, Profe, lo que andan poniendo en el periódico de la sección.
– A ver. Me han contado mucho del periódico de la sección, pero yo todavía no veo ninguno.
– Quién te manda. Casi no te juntas con nosotros. Si entraras diario a la planta no te perdería ninguno. Pero ahi andas no más en la política. Mira, esta caricatura sí está buena.
– Ya no estés chingando y préstame el periódico. A ver si es tan charro como ustedes dicen.
– Pues mira que no se les nota. Para hablar sí son chingones: que la clase obrera, que el proletariado, que la lucha proletaria, que el devenir histórico (sepa la madre qué es eso). Que la revolución comunista en la Unión Soviética, que el sindicalismo democrático de allá. Al principio también decían que había que tumbar al charro Napoleón. Nooo, si p´hablar sí son chingones ¡Pero hoy sí la regaron! ¡Que no hay que hacer huelga porque vamos a afectar la producción! Pues qué quieren: ¡que en la huelga se produzca más! Esas chingaderas estarán buenas para los japoneses pero a nosotros ¡que no nos salgan con esas mamadas!
– Presta, pues, Reynaldo, deja que yo me entere y no me andes traduciendo los que otros dicen. Si afirmas que hablan del socialismo, de la Unión Soviética, del devenir histórico, aunque no entiendas qué es eso, no te creo que salgan con que no hay que hacer huelga. Que se me hace que eres puro cuento.
–Ten, Profe. Ten para que leas. A poco crees que yo no sé leer. Leele bien, porque tenemos que contestarles. Los volantes que hemos hecho están bien. Casi no los tiran. Pero tenemos que contestarles a estos cosacos que ya nos cansaron. Son charros como los azules o los rojos.

El periódico es un tabloide con cuatro hojas. Buen papel. Buena impresión. Se llama “Sección 147 del SNTMMSRM”. Todos los obreros de Altos Hornos saben que es el periódico oficial también del grupo blanco, que desde hace tiempo tiene el control total de la sección 147. El periódico tiene el mismo nombre que la publicación oficial que daba voz a los charros, ya fueran azules o rojos. El formato, la frecuencia, la regularidad y sobre todo la calidad de los contenidos ha ganado muchísimo desde que el grupo blanco tiene el poder de la sección. Se nota que el consejo de redacción pretende convertir al periódico en un educador proletario, guiado por la ideología que da sustento al mismo grupo blanco. Sin embargo los obreros del grupo verde critican mucho el contenido del periódico, lo comparan a lo que sostenían los charros y dicen que, a pesar de su fraseología socialista, proletaria, en el fondo los del grupo blanco son unos cosacos que defienden a la empresa y no intentan romper con la explotación a la que están sujetos ellos, los obreros de base. El Profe no entiende bien el por qué de tales críticas, por eso está ansioso de conocer directamente el contenido del famoso periódico. Ahora, por fin podrá hacerlo.

jueves, 13 de mayo de 2010

Noches de duermevela

La fatiga de mi cerebro no me permite dormir. Sin embargo sueño. No sé si sueño o recuerdo. Duermo y me veo envuelto en la batalla de Celaya caminado junto a campesinos harapientos, todos ellos talladores de ixtle con sus pies descalzos y agrietados, lastimados por los alambres de púas que no pueden haber pisado pues nunca se ausentaron de su desierto coahuilense. Son los abuelos de esos obreros de segunda generación cuyos padres abandonaron sus ejidos resecos para trabajar la tierra roja extraída del Cerro del Mercado en el estado de Durango, que llega en las góndolas de los ferrocarriles nacionales para que aprendan a convertirla en piloncillos de hierro bajo la dirección de hombres barbados, de ojos a través de los cuales se contempla el cielo, venidos del otro lado del mar a levantar un monstruo que vomita lumbre, vestidos con cascos y petos resplandecientes fabricados con el hierro de los piloncillos que los nietos de aquellos abuelos fabrican en las entrañas de los cinco hornos ya amaestrados desde que pasaron a ser propiedad del pueblo de México con el nombre del Altos Hornos de México S.A., que administra un gobierno heredero de los hombres-caballo que descendieron de las tres carabelas y a quienes les quitamos el poder por más de tres veces y regresan contumaces pero ya tocados por los vendavales que desataron los campesinos sin zapatos que robaron caballos y aprendieron a montarlos para derrotar a sus ejércitos de pelones. Y se mezclan en un torbellino alucinante los cuerpos de los hacendados ahorcados en sus latifundios y las fiestas de sus pares que lograron huir a las ciudades para construir las nuevas fuentes de riqueza: las fábricas de cerveza y luego las de las botellas para envasarlas y las cajas de cartón para empacarlas y las corcholatas que las tapan para llegar a fabricar los piloncillos de hierro que ahora los descendientes de los ejidatarios que alcanzaron a colgar a unos pocos latifundistas solamente pero que les arrebataron las tierras a la gran mayoría, están aprendiendo a fabricar en un monstruo que también se han apropiado y que alimentan con carbón también de todos, traído en las serpientes del ferrocarril que un presidente soñó cooperativa y que al menos se mantiene como propiedad de la nación, atacado sin piedad por las compañías de transporte carretero todas ellas de propiedad privada, muchas veces de funcionarios públicos que deberían defender la propiedad nacional y la boicotean desde sus caballos acorazados, ocultos bajo petos y cascos de los que brotan rostro barbados con ojos azul cielo, cuya mirada está depositada en arcas fortificadas ocultas en las entrañas de edificios bancarios de allende las fronteras, cajas protegidos por códigos numéricos que no dan cuenta de nombres ni linajes. Y no entiendo lo que he vivido tomando café en noches frías antes de batallas que asaltarán poblados, reseñando fiestas populares y marchas de hombres de campo, mientras bebo abundantes vinos importados junto a jerarcas opulentos que se dicen herederos de una revolución que no conocieron más que en los cuentos que sus padres murmuraban temerosos, recordando las hordas de salvajes que a caballo tomaban por la fuerza ciudades fortificadas entre cerros y minas. Y cuando busco un sentido a la maraña de recuerdos o sueños, las teclas de la vieja Remington me requieren ansiosas para ganar el pan que he de comer solo en este día, sentado en una mesa de un lugar sin nombre y sin recuerdo.

jueves, 6 de mayo de 2010

Jacinto Arriaga platica con Tomás Cruz (lunes 5 de abril de 1915)

– ¿Tú también te vas a pasar al bando de Venustiano Carranza? – pregunta muy enojado Jacinto– ¿Vas a seguir el ejemplo del traidor de mi ex jefe Maclovio?
– No, no, no. Tranquilo Jacinto– Tomás Cruz se acerca a la fogata que le ilumina el rostro y se sirve un poco de café de la olla común– yo sólo dije que Venustiano no es pendejo– regresa y se sienta junto a Chinto– como quiera estoy seguro que mañana tomamos Celaya y luego Pancho se irá a Veracruz a derrotar a Carranza. En camino se va a juntar con Zapata y entonces sí ¡pobres de los carrancistas!
– Mañana tomamos Celaya, pero nosotros, no tú que eres un coyón que ni siquiera sabes disparar bien una carabina. Lo que haga Pancho sólo él lo sabe, no andes tú diciendo cosas.
– Mira, mira ¡Cuídate mañana! No te vaya a pasar lo que Felipe y ya tomada Celaya te truenen los pelones.
Como siempre que se habla de Felipe se le ensombrece el rostro a Jacinto. A veces se enoja y se retira. Si puede toma una guitarra y la rasguea sacándole acordes que parecen llanto. Ahora sólo baja la voz y dice pensativo.
– No serán los pelones los que me truenen. A esos ya los acabamos. Ya no existen. Ya no tengo que matarlos. Ahora nos peleamos los que estuvimos juntos contra Huerta. Eso me entristece. Yo no quiero matarlos, pero tampoco quiero que me maten. No entiendo bien por qué seguimos peleando ¡A los que hay que quitarles las tierras son a los hacendados! Yo no voy a desertar ni a traicionar a Pancho, aunque sea cierto lo que andan diciendo. A ver tú, quesque eres periodista y sabes todo ¿Sí es cierto que Venustiano publicó una ley agraria para repartir las haciendas?
–Eso dicen, por eso me quiero ir a Veracruz, pero te prometo que regreso y te cuento la verdad.
–Eres puro hablador. Al que más le confío es a Zapata. Ese sí anda regresando las tierras a sus gentes, con ley o sin ley. Si como dices Pancho se junta con Emiliano voy a pedirle permiso para irme un rato con Zapata, para aprender y luego quitarle su hacienda al viejo Alcántara ¡No más en memoria de Felipe!– Jacinto se levanta, se sirve café y se queda pensativo cerca de la fogata. Es una noche fría del altiplano mexicano.
– ¿En qué piensas? Vente para seguir platicando– lo llama Tomás Cruz.
– Me voy a dormir, mañana tomamos Celaya y hay que estar descansado, sin sueño y muy vivo.