jueves, 12 de mayo de 2011

Lucio, el tzeltal, actualmente

Lo fuimos a buscar al norte de México. Alguien nos dijo que acababa de atravesar la frontera de regreso. La cruzó también ilegalmente, como lo hizo en su huída a los Estados Unidos.
Teníamos curiosidad. No entendíamos bien por qué cruzó como ilegal, otra vez de mojado, si es mexicano y no un mexicano cualquiera; bien podemos decir que es de los mexicanos originales, descendiente directo de quienes habitaban este país antes de la llegada de los españoles. Pero en fin, cruzó escondidas, por un paso no lejano a Piedras Negras, Coahuila. Solo, sin avisar a nadie, si el río se lo hubiera llevado nunca nadie volvería a saber nada de él. Aunque empapado, llegó salvo y tranquilo a territorio mexicano.
Fuimos hasta allá con el Profe, que es el que lo conoce. Ahora resulta que el Profe no quiere contar nada, que lo sigue recordando como lo conoció hace unos doce años, cuando Lucio le contó su huída. Que esos recuerdos no le permitirán ser objetivo al describirlo ahora.
Así es que nosotros vamos a narrar lo que recordemos de lo visto y oído desde nuestra cómoda posición de guardianes de la memoria colectiva de quienes nos son afines.
El Profe lo encontró en la terminal de autobuses que van a Saltillo. Llevaba dos días vigilando las salidas hacia el sur, esperando que Lucio no hubiera decidido iniciar su regreso a pie. “No es tan atrabancado * y debe traer suficiente dinero” nos dijo el Profe y tuvo razón, a los dos día apareció. Supimos que era él porque e Profe pagó los tacos que se comía frente a la terminal sin esperar el cambio, tomó al vuelo su mochila y cruzó la calle directamente hacia el pequeño indígena que venía con paso tranquilo por la acera de enfrente, caminando hacia la estación de camiones. Aunque Piedras Negras no es un paso común de migrantes, como todas las ciudades fronterizas con Estados Unidos está poblada por individuos de todos los tipos físicos de mexicanos, además de muchos de tipo extranjero. Nuestra primera mirada arrojó lo siguiente: Lucio no es alto, si acaso medirá uno sesenta o uno sesenta y cinco. Piel morena, como la mayoría de su etnia, requemada por el sol y el viento seco de Texas; más bien delgado, pero se le nota musculoso. Aparenta unos cuarenta años, aunque sabemos que andará por los cincuenta. El pelo abundante e hirsuto, totalmente negro, y el ralo bigotillo, casi una sombra, son seguramente los que esconden los años que oculta. Sólo ver al Profe y fue evidente que lo reconoció.
– Profe ¿tú aquí? No pensé encontrar a nadie conocido de éste lado.
– Que gusto saludarte y poder darte la bienvenida a tu patria. Pero no te preocupes. El único vivo que sabe de tu regreso soy yo. Nadie más, que yo sepa, te anda buscando de este lado.
Desde que Lucio vio al Profe su cara sonriente tradujo su alegría. Había algo de sorpresa en sus ojos pero nada denotaba preocupación.
Tras las pocas palabras que ya oímos, Lucio cambió el periódico que traía a su mano izquierda y le tendió la derecha al Profe. El apretón de manos fue largo y fuerte. Las caras sonrientes. No hubo abrazos a la mexicana. Tras el saludo, caminando lado a lado, entraron a la terminal de autobuses.
– ¿Hasta dónde vas? – El Profe sacó su cartera frente a la taquilla de los camiones.
– Guarda. Me toca pagar a mí. Durante un buen tiempo no voy a necesitar dinero.
– ¿Hasta dónde vas? Te pregunté.
– Si pudiera me iba hasta Tenejapa. Ya sé que no hay corridas pa’llá.
– Vamos a Querétaro. Está bien, tú pagas los pasajes. Te quedas unos días en Querétaro, en mi casa. Así me platicas qué planes tienes o qué travesuras hiciste en el otro lado. Seguro has de haber madreado a un gringo cuando menos.
Así empezamos a sabe más de Lucio, indígena maya, parte de cuya historia nos contó el Profe hace mucho. Vamos a pensar si esa historia la incluimos aquí.

* La palabra atrabancado no está en el diccionario de la RAE ni en el Espasa-Calpe. En el norte de México se usa como adjetivo para una persona impulsiva, aventada, que no piensa mucho las cosas antes de actuar, que toma riesgos innecesarios. Tal vez impulsivo e irreflexivo lo traduzca bien (nota del editor)

2 comentarios:

  1. Bueno, lo hemos leído. No sabemos qué decir aparte de leerlo con gusto... Veremos cómo sigue. Y que misterio tiene.

    Fdo: Senocri

    ResponderEliminar
  2. qué bueno que si decidiste contarla aquí.

    ResponderEliminar