jueves, 4 de agosto de 2011

Hilario Zapata y la esperanza nunca perdida (1978 + – )

– Pues resulta que lo de las setecientas hectáreas ya se resolvió y muy bien ¡Y el Profe no nos ha pedido ni un peso! – Hilario está sentado a la vieja y pequeña mesa; ya terminó de comer sus frijoles; su madre ha puesto frente a él un trozo de queso y algo de dulce, sí, ate de guayaba – ¿No hay café, madre?
– El Profe no resultó ser un coyote – el viejo ejidatario, padre de Hilario, saborea el queso que acaba de darle su esposa.
– Invítalo a la casa. Yo quiero conocerlo. Así hacemos un mole de olla para celebrar que el ejido recuperó su ampliación – ayudada por su nuera, la anciana coloca cuatro tazas de café en la pequeña mesa y se sienta a saborear el aromático, preparado con canela y piloncillo.
– ¿Ya le contaste de la Esperanza? – al jefe de la pequeña familia le tiembla la taza de café, es muy notorio su mal de Parkinson.
– Le hice un resumen: que nos dotaron, a veinte campesinos de acá, con veinte mil hectáreas; que nos fuimos a vivir allá y comenzamos ha construir el poblado; que hasta algunos nos llevamos a nuestras familias; que con las tierras y el crédito nos llegaron las quinientas cabezas de ganado; que luego empezó la división y nos corrieron a trece con puros pretextos; que de los siete que quedaron ya solamente tres siguen por allá, pero no viven en la tierras; que queremos recuperar tierras y ganado; que nunca he perdido la esperanza de recuperar lo que es nuestro. Le pregunté cómo le podríamos hacer.
– Yo le insisto a Hilario que debe contarles lo de policía ganadera – la esposas del joven campesino también se sienta a tomar café. No cabe duda que esa familia de ejidatarios tiene algo especial, pues es muy poco frecuente, en esta década de los setentas, que las mujeres del campo se sienten con sus maridos y participen en las conversaciones “de hombres” – Que le cuente al mentado Profe que son esos cabrones los que realmente se quedaron con el ejido y con el ganado. Que además no quieren estorbos para poder seguir pasando ganado de contrabando, mucho robado, a los Estados Unidos. Yo creo que hasta deben estar pasando de contrabando armas y hasta droga. Por eso les estorbamos – menos frecuente es que las mujeres hablen así con los hombres, pues aunque el tono de la joven es sereno las palabras revelan claramente su sentir.
– No, Lupe – el tono de Hilario también es sereno y claramente cordial – si le cuento todo tal cual es, de pronto el Profe se me asusta. Y yo estoy seguro que él y su partido sí nos van a ayudar. Ya le iré contando todo poco a poco
– Invítalo pues a comer. Hay que conocerlo más. Después de lo que hizo con el Delegado de la Reforma Agraria no creo que el Profe sea de los que se asustan – Así cierra el tema, sin proponérselo, el padre de Hilario.
Después de unos segundos en que los cuatro toman en silencio café o saborean queso con dulce, siguen conversando de asuntos domésticos a los que nosotros ya no les pusimos atención.

2 comentarios:

  1. Vine, leí y me marcho de nuevo.

    Quizás hasta septiembre.

    Como decimos por acá: ¡Salud y República!

    ResponderEliminar
  2. eran muy calladas en la entrada anterior (las mujeres de la casa) pero ya veo...

    ResponderEliminar