jueves, 19 de noviembre de 2009

Ejido Cañada Honda I, municipio de Cadereyta, Querétaro (actualmente)

Es lunes. Todavía está lejos el amanecer. Los campesinos suben apresuradamente a la camioneta pick up. Tienen que llegar a la cabecera municipal antes de las cinco de la mañana. El frío los castigará todo el camino. El aire helado, estos meses, a la velocidad del vehículo, corta la piel y los músculos y muerde el hueso. Pero hay que ir a buscar el trabajo a la capital del estado. Es allá, en la gran ciudad, donde se puede conseguir el efectivo necesario para los gastos corrientes y para ropa y calzado, aunque lo esencial del alimento esté cubierto por el escaso ganado de traspatio y por la producción de maíz y frijol para autoconsumo.
–Véngase aquí, doña Carmen, junto a mí va a viajar más calientita.
La aludida ve hacia otro lado con desprecio y se sienta en el rincón más alejado de la caja de la camioneta de don Pedro, aunque ahí vaya a golpear más fuerte el frío. Dos señoras, que suben a la camioneta ayudadas por sus esposos se sientan a cada lado de ella.
Como cada lunes doña Carmen está muy triste. Es duro dejar solos a sus dos hijos, Lencho y el Beto, que todavía son unos críos. Si no fuera por el abuelo no sabría qué hacer. Cuando trabajaba de costurera en la fábrica de Plytex, en Caderyta, al menos todos los días regresaba al ejido. Ahora que cerraron la maquiladora tiene que ir a trabajar hasta Querétaro, como sirvienta en casa de ricos. Pero sin eso y con el esposo muerto hace ya casi cuatro años tiene que salir adelante ella sola. Al menos Lencho y el Beto no son unos calaveras y el mayor ya apunta como muy responsable. Doña Carmen sabe que ya se levantaron y pronto emprenderán el camino a su escuela secundaria.
–¡Qué bueno que no le hace caso a ese cabrón de Antonio! Mejor entre la Mari y yo, con esta cobija, nos calentamos solitas– comenta la señora que sentó junto a ella.
Doña Carmen dibuja una amplia sonrisa de agradecimiento y sigue en silencio. Va a ser dura la semana en la ciudad.
–Buenos días a todos– saluda jovial Marcial al subir a la camioneta que está apunto de partir– Buenas tía, tápese bien porque hace mucho frío– le dice en un aparte y muy respetuosamente a doña Carmen– Mi mamá ya está mejor, con el dinero que manda papá de los Yunaites la pudimos llevar con un buen doctor hasta Querétaro.
–Sí, ayer cuando tú andabas en el futbol visité a mi hermana. Realmente la vi mucho mejor ¿Y qué tal la chamba en Querétaro?
–Eso de la albañilería está muy mal ahorita, tía. Si no fuera por la enfermedad de mamá ya me hubiera ido yo también al norte. Hoy voy a Querétaro sin chamba asegurada. Pero ya ve, ahí en la central siempre hay quien va a buscar albañiles los lunes. Espero que tenga suerte y me salga una chamba de unos tres o cuatro días al menos.
Marcial coloca cuidadosamente la mochila con sus herramientas en el piso de la camioneta, con cuidado de no molestar a nadie, cosa difícil porque el vehículo va abarrotado.
La camioneta parte. El frío hace que todos se acurruquen unos contra otros en la parte trasera de la pick up, que no cuenta con ninguna protección.

1 comentario:

  1. Hay dos cosas que aprecia grandemente de estos cuasirelatos: la sencillez de la narración y el acierto en darnos la imagen de conjunto con pocas pinceladas.
    Digo lo de cuasirelatos porque le falta coronarlos con un desarrollo y un final. ¿No es verdad?
    __________
    En cuanto a lo que me dices en el otro blog de que lees poco... Algo leerás. Al menos mis blogs...

    Lo de no enontrar libros de Alfaguara eso si que no lo entiendo, yo creía que ese grupo empresarial era omnipresenta por allá.

    Por cierto, que el diario de ese grupo, El País, ha apoyado el golpe de estado en honduras. Por aquí ya lo llaman el periódico monarco-golpista.

    Y ya para no aburrirte, lo de la represión de los escritores: he cometido la falta de 'el paleto' creer que todo tiene que ser como su pueblo; quiero decir, que no he tenido en cuenta que México es inmenso...

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