jueves, 11 de marzo de 2010

Repartiendo volantes en planta 2 de Altos Hornos de México, (finales de 1978 o principio de 1979).

Sabemos que recuerdas bien aquel día en que, inocentemente, intentaste repartir volantes dentro de los terrenos de la planta 2. Ya tenías experiencia en repartirlos a la entrada de la planta uno y sabías que ahí en Monclova, aunque el Sindicato Nacional Minero desde hace mucho era completamente charro y entreguista, la sección 147 estaba en manos de un grupo democrático, progresista, con un discurso saturado de terminología marxista y totalmente en contra de Napoleón. Pensabas que por eso era fácil repartir volantes en planta uno.
Pero también sabías que la sección 288, de la planta 2, estaba dirigida por gente de Napoleón Gómez Sada y, recordando la represión en fábricas regiomontanas, única experiencia que por aquellos tiempo tenías de lucha obrera, cuando los vigilantes de la planta 2 te sorprendieron tuviste la certeza, en un primer momento, que serías al menos expulsado ignominiosamente o más bien con brutalidad y golpes, si no es que serías secuestrado por algún tiempo.
Pero no pasó nada de eso y sabemos que aquel recuerdo lo tienes fuertemente grabado. No entendías el por qué de esa actitud tan tolerante. Aunque los jóvenes obreros de planta 2 se fueran a reír de ti esperabas con ansia que te explicaran la situación.
Como a las cinco de la tarde llegaron los dos primeros muchachos de la 288, preguntando qué había pasado con los volantes. No habían visto ni uno.
–Ya les contaré cuando lleguen los que faltan– contestaste con un punto de hosquedad.
Minutos después uno de ellos dijo
–Aquí están los dos mil volantes– pero no añadió más al notar un extraño frío en tu mirada.
Como siempre, empezaron a chacotear y las risas y bromas aumentaron conforme llegaban otros obreros, tanto de la planta 2 como de los antiguos verdes.
Hasta que de pronto, Reynaldo González, uno de aquellos primeros seis verdes que aceptaron tu partido, casi gritó para que todos lo oyeran, con un tono un tanto burlón.
–Profe, ya no te hagas buey, dicen los muchachos que por qué no repartiste los volantes.
Les contaste lo que nosotros ya sabemos y nadie se rió de ti. Mientras narrabas lo sucedido intercambiaron miradas de entendimiento y al final uno de ellos dijo, haciéndose eco de todos, que no había problema, que se les pasó avisarte que los camiones entraba a la planta. Casi lo dijo en tono de disculpa. Rápidamente se pusieron de acuerdo. En adelante ellos mismos repartirían los volantes como lo hacían antes de conocerte: entrarían con unos pocos cada quien y los dejarían donde el resto de obreros pudieran tomarlos sin implicar a nadie es su reparto, ya fuera en los asientos de los camiones o junto a los garrafones de agua o en los retretes o ya vería ellos.
–Pero por qué a mí no me hicieron nada los de seguridad.
–Hay Profe, pues porque no eres obrero y entonces qué te hacían. Tú sabes que por contrato colectivo si nos agarran a nosotros repartiendo volantes dentro de la planta nos corren con justificación. Ni las manitas podremos meter. Fuera de la planta ni los charros de Napoleón nos hacen nada. Pero si nos agarran repartiendo adentro estamos jodidos sin remedio. Ya lo hemos hecho muchas veces y no ha pasado nada. Todo mundo se hace pendejo y nadie ve nunca quién los dejó abandonados por ahí.
–Y nadie ve tampoco quién se llevó uno o dos volantes.
Y solamente de esa situación sí se rieron alegremente. Abundaron en anécdotas jocosas. Te dejaron a ti la investigación de por qué en Monclova no había la represión existente en otras zonas obreras del país. Para ellos que no reprimieran a quien no era obrero era lo más natural.

3 comentarios:

  1. Me recuerda aquí la época de la dictadura franquista. Una pregunta: ¿eso se daba en el México democrático que tanto admirábamos?

    Si es así y no lo dudo demuestra lo que el Capital es en cualquier parte: una dictadura.

    Por si las enseñanzas de la historia de la clase obrera se nos habían olvidado.

    Saludos

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Hum. Sigo sin entender porque no le pasó nada al profe. Seguro el profe, ahora, ya lo entiende. Pero yo no.

    y como siempre, un añadido precioso el comentario de Talín.

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