jueves, 10 de marzo de 2011

¿Quién nos refiere las historias aquí escritas?

Todavía, después de haber relatado tantas cosas, no sabemos quién las cuenta. Adivinamos un nosotros. Unas veces sabemos quién es el narrador ocasional, otras podríamos pensar en uno omnisciente que siempre nos resulta limitado. Ahora mismo aparece un plural planteando interrogantes.
Cuando el jueves 2 de julio de 2009 iniciamos este blog, alguno de nosotros, no recordamos quién, nos aseguró que “el pasado … ahí está, determinando nuestro presente.” La afirmación es exagerada, pero si la matizamos la compartimos totalmente. Sabemos que el pasado no nos determina en el sentido absoluto del término, pero sí influye muchísimo en cómo somos ahora. Por eso estamos buscando ese pasado: para dejar constancia en estas líneas de los caminos que ya hemos recorrido.
Así pues, hay caminos previos hacia atrás, pero los caminos hacia el frente aún no están trazados. Nos sentimos ahora como se sintió Jacinto Arriaga aquella noche en que regresó con las fuerzas derrotadas de Pancho Villa y se hablaba de que los iban a licenciar. Nos lo ha relatado muchas veces. Nos enfurece que no esté ahora entre nosotros para que nos lo vuelva a narrar. Tendrá que ser alguno de nosotros el que nos lo cuente por él.
“Yo”, dijo alguien, escuchemos el relato.
“Creo que era en enero de 1916. Jacinto platica que hacía un frío que helaba los pensamientos. La marcha sobre Agua Prieta había sido un completo fracaso. Después de la reunión de jefes villistas en Bustillos, que fue, si mal no recuerdo en diciembre del 15 o ya en enero del 16, se aceptó la liquidación de los soldados de Villa. Entregarían las armas y recibirían hasta diez monedas de oro. Jacinto dice que lo invitaron a ser parte de los Dorados. Que se fuera con ellos a la sierra, sin entregar armas. Que tuvo muchas ganas de irse con la guardia personal de Pancho, pero que al final decidió aventurarse y sin permiso de nadie, a riesgo de que lo consideraran desertor y lo tronasen, con otros dos amigos de muchas de las batallas pasadas, yo ya no me acuerdo quiénes, salió de noche, sin entregar ni armas ni municiones y tomó rumbo al poniente, desconociendo qué iba a ser de él y de sus dos compañeros, pero decididos a llegar, por donde fuera, con todo y armas, a la hacienda del viejo Alcántara ¡Y se la iban a quitar! Que si se morían en camino, pues ni modo. Perderse, claro que no, ya habían recorrido todo esas tierras muchas veces. Pero si los carrancistas los tronaban, al menos habrían intentado hacer lo que habían pensado cuando se unieron a la revolución, y sobre todo no traicionaría a Felipe Gómez; sus dos amigos, que también lo habían conocido y había peleado a su lado aceptaron ayudarle y así llegaron hasta Tamaulipas y todos sabemos lo que hicieron."
– Qué mal cuentas ¡Ya no te acuerdas de nada! – le dijimos, aunque el resumen que contó es la pura verdad.
Y acordamos que llamaríamos a Jacinto para que nos narrara bien todo aquello y cómo, sin caminos previos, logró todo lo que hizo.

2 comentarios:

  1. "qué mal cuentas"...
    creo que todas las voces que se turnan aquí para contar, cuentan bien.

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  2. "y cómo, sin caminos previos, logró todo lo que hizo."

    Misión de la vanguardia. Abriendo caminos.

    Senocri

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