jueves, 21 de abril de 2011

Tomás Cruz en un hospital del IMSS del estado de Tabasco (1964)

– Don Tomás, tómese toda la sopa. Si no no se va a reponer. Necesita sanar para que se vaya a su casa. Tiene que ponerse fuerte, ya ve que no tiene a nadie aquí, en Villahermosa. Nadie viene a visitarlo.
– Eso es lo que usted cree, Teresita. En sueños me viene a visitar todo un tropel de gente. Hasta cuando estoy despierto vienen mis amigos de hace mucho a remover mis recuerdo. Usted no los ve, Teresita, pero están aquí. Y ya ve, me han dado fuerza para que me vaya recuperando a mis setenta y cinco años, porque todavía hay muchas cosas que hacer.
– A ver, don Tomás, cuénteme algo de sus amigos, los que lo visitan. Nomás no vaya a repetirme lo que me contó ayer.
– Hoy te voy a contar de un tal Jacinto Arriaga, que todo el mudo lo conocía simplemente como “Chinto”. Lo conocí un día después de la toma de Zacatecas, en verano de 1914. Lo encontré esa mañana sentado a la sombra de un pirul que se estaba muriendo. Todo manchado de pólvora, la cara ennegrecida y triste, muy triste. La tarde anterior mataron a su mejor amigo y su jefe militar. Pero también estaba muy enojado; me mandó al diablo pero yo lo seguí y descubrí que sus compañeros lo querían nombrar su jefe. Pensé que iba a hacer carrera militar y política y que a su sombra me iría muy bien. Luego vi que lo que le interesaba era formar ejidos, muchos ejidos; acabar con los latifundios en México. Eso a mi no me interesaba y por eso nos peleamos durante mucho tiempo. Un año y medio después de que lo conocí Chito me andaba matando en una cantina de Chihuahua. Si no es por tres soldados carrancistas que me acompañaban ese día yo creo que sí me mata. Con el tiempo entendí a Chinto y ahora que he estado accidentado aquí, con usted, es el que más me ha visitado. Me enseñó muchas cosas durante mi vida y ahora me las ha recordado. Tengo que sanar para escribir todo lo que me enseñó.
– Y ¿qué tanto le ha enseñado, don Tomás?
– Todo lo que ahora sé sobre los ejidos se lo debo a Jacinto …
– Mi papá es ejidatario en Macuspana, como soy su única hija dice que a mi me va a heredar el título. Nada más que en el ejido no quieren a las mujeres como ejidatarias.
– Le voy a tener que hablar mucho de Jacinto y de todo lo que hizo para los ejidos.
La llegada de una segunda enfermera interrumpió la conversación. La recién llegada regañó a Teresa: “No te quedes platicando con los pacientes”, dijo cortante.
Cuando se fueron las dos enfermeras Jacinto se hizo presente. Con él venía Felipe Gómez, Manuel el hermano de Felipe y Chema. Tomás sonrió: tendrían mucho que hablar sobre los ejidos.

2 comentarios:

  1. en verdad. qué hacían cuando un ejidatario tenia una única hija. quisieran o no a las mujeres como ejidatarias, la realidad por si misma cambió las cosas...

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  2. He estado de viaje unos días. Ya comentaré este y el otro.

    Fdo: Senocri, el Africano

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