jueves, 20 de octubre de 2011

¿Derrotas? ¿Triunfos? ¡No sabemos! (continuación)

Correspondió a la dirección nacional del partido negociar con la presidencia de la República el acto. López Portillo hizo suya la idea y aceptó un acto masivo y popular al que asistiría. Se acordó hacerlo precisamente en la explanada al frente del salón de actos donde se reuniría con los empresarios regiomontanos.
El reto estaba lanzado. Si los militantes del partido no eran capaces de abarrotar la explanada, la gran burguesía reforzaría su sentimiento de ser los dueños absolutos del estado de Nuevo León.
Los miembros del partido asentados en la ciudad de Monterrey, la inmensa mayoría en colonias marginales o populares densamente pobladas y algunos de ellos “paracaidista”* viviendo ilegalmente en predios invadidos, empezaron a preparar la asistencia masiva al acto. La responsabilidad de convocar a los campesinos recayó de manera natural en el Profe; él había estado trabajando al lado de los ejidatarios de Paredón desde que ellos iniciaron la movilización de ixtleros del desierto neoleonés. Con una tradición venida de muchos años atrás, en unos cuantos meses los campesinos de la Presa de las Mulas, apoyándose mientras avanzaban en los talladores de ixlte de los pueblos que visitaban, levantaron un movimiento importante y empezaron a pelear en Saltillo el aumento en el precio de la fibra y la entrega puntual de remanentes. En una asamblea regional en la estación de Paredón, los campesinos comisionaron al Profe para que invitara a las lucha a los talladores del estado de Coahuila que tiene una región ixtlera mucho más grande que la de Nuevo León.
En una de las batallas dadas en Saltillo el gerente general de la Forestal F.C.L. llamó “comunistoide” al Profe, pero el mote que salió publicado en la prensa resultó, no por él mismo sino por la noticia de los reclamos campesinos a la que iba unido, un impulso en Coahuila al movimiento naciente. El Profe todavía se enoja mucho cuando alguien le recuerda que un funcionario lo llamó públicamente comunistoide; “viejo pendejo -dice en esas ocasiones- era y sigo siendo comunista completo”.
El tiempo había pasado desde la primera vez que el maestro había ido a Paredón y a la presa de las Mulas. El movimiento se extendió tanto en el desierto de Nuevo León y Coahuila que el partido naciente comisionó al Profe a este último estado y cuando se acercaba la fecha del encuentro popular con el presidente López Portillo los talladores de Coahuila se dedicaron a hacer mucho ruido y convocaron con gran algarabía a todos los ixtleros de la región “para ir a hablar con el presidente de la República”, decían en los anuncios del radio.
Nunca se le ocurrió a nadie del partido que el gobernador de Coahuila, casique y atrabiliario desde siempre, se pondría muy nervioso por los anuncios de la radio, pues un día antes de que el presidente de la República fuera a Nuevo León, tendría actividades públicas en Saltillo. El ejecutivo estatal pensó que la movilización ixtlera estaba planeada para realizarse precisamente en Saltillo y por lo tanto desluciría las actividades presidenciales y lo haría quedar mal ante el ejecutivo federal. Muy mal informado por sus servicios de “inteligencia” e incapaz de darse cuenta que el movimiento nacía desde abajo, decidió terminar con el “alboroto” encarcelando al dirigente que según creyó estaba preparando el acto de sabotaje y señaló, él o sus policías políticos, al presidente estatal del partido en el estado, antiguo dirigente estudiantil que uno o dos años antes había increpado a la autoridad máxima del poder ejecutivo en la entidad, señalándola con apodos ofensivos, en un mitin de la universidad autónoma de Coahuila.
Fue así como un buen día, al regresar de una gira por el desierto al norte de Saltillo, el Profe se encontró a la esposa del dirigente estatal llorando angustiadísima porque el gobernador había “desaparecido a su marido”.
Durante dos días el Profe, los miembros del comité ejecutivo estatal del partido y hasta el secretario general del mismo estuvieron haciendo gestiones para que Federico Morales -así se llamaba el presidente estatal del partido en Coahuila- apareciera sano y salvo, lo que sucedió al anochecer del día en que el presidente de la república ya había tenido se acto público en Saltillo sin la presencia de los ixtleros, que preparaban su viaje a Monterrey la madrugada siguiente para demostrarle a la burguesía más agresiva del país que el pueblo no les dejaría toda la cancha de juego a ellos solos.
Una vez más el Profe se salvó de ser encarcelado gracias, esta vez, a la estulticia de un gobernador estatal obtuso y atrabiliario.
En cuanto a lo sucedido en Monterrey un día después, en unas líneas podemos resumirlo: el partido naciente calificó la movilización popular de sus militantes y acompañantes como algo positivo. El presidente de la República, hombre culto que fue un tiempo maestro universitario, que después de una visita papal muy controvertida se declaró públicamente “agnóstico hegeliano”, remarcando así que encabezaba un estado laico, y que disfrutaba pronunciando discursos adornados con terminología y figuras dialécticas, llamó “amigos socialistas” a la congregados, habitantes de colonias populares empobrecidas y campesinos de regiones desérticas que lo escuchaba en silencio. Sólo fueron palabras, dijeron algunos, y a todos nos queda claro que sólo eso fueron, pero marcaron un punto a favor del pueblo frente a la burguesía a la que públicamente no se le llamó “amiga”.
Sinceras o no, las palabras presidenciales dichas en público abrían puertas y suavizaban animadversiones, al menos en el México presidencialista de aquél entonces.

* Paracaidistas: así se le llama en México a las gentes que ante la carencia de casas invaden un terreno y se asientan en él ilegalmente.

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