jueves, 3 de septiembre de 2009

Monclova, Coahuila III, (mayo de 1978)

La cantina está llena de gente. Los ventiladores del techo sólo remueven, sin refrescar, el aire denso y caliente. La humedad parece que brota de los cuerpos sanos y fuertes de la clientela compuesta exclusivamente por varones.
Con gusto me tomaría dos o tres cervezas más, pero es mejor que cuide el dinero.
Me levanto. Tomo el paquete de periódicos. El sudor no sólo moja mi camisa, también humedece las hojas, que se adhieren a mis manos. Mis dedos se manchan con la tinta remojada.
Aún así ofrezco el periódico a los tres obreros que están en la mesa vecina. Lo hago ya sin tanto miedo. No me sorprende que me compren dos, aunque estén sudados.
Digo obreros porque ahora estoy seguro que la mayoría lo son. Además sus ropas los delatan; todas son grisáceas, como percudidas, aunque algunas se notan recién lavadas. Las otras ¡puf!
La cantina es chica, unas seis o siete mesas. Camino unos pocos pasos y al salir ya vendí unos diez periódicos. A tres pesos cada uno. Ya tengo los treinta pesos para pagar la posada esta noche.
Todavía no entiendo por qué me compran aquí tantos periódicos. Antier en la noche, al llegar a Monclova vendí treinta y ocho en un ratito. "Es primero de mayo" pensé. Pero ayer vendí casi los mismos y seguramente, aunque sea de noche, hoy termino de vender los cien que traje de Saltillo.
En eso me ha ido bien, pero de la lista que traigo no he encontrado a nadie. Mientras no me pase lo que cuenta Pedro Ruiz de aquel pueblo de Michoacán. Pero ahorita hay que talonearle; ya habrá tiempo para contar anécdotas.

1 comentario:

  1. mi sensación era cierta.
    creo que el paso funciona porque pareciera que el hombre de la cantina esta recordando o esta pensando en el hombre de la fogata. se que no es asi. que ese es el cuento que yo misma fabrique para contarme a mi. y creo que de eso se trate. que tus textos vayan mas alla de lo que tu has previsto. este par de textos lo logran.

    muchísimo.

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