jueves, 21 de enero de 2010

Otro cuaderno de notas. Fecha desconocida.

¿Cómo llegó a nosotros este otro cuaderno de notas? ¡Nadie sabe!, pero lo tenemos a la vista. Con el formato del cuaderno de notas de un diputado. Escrito con la misma o parecida tinta morada. Letra difícil de desentrañar aunque más legible, de alguien más joven, con menos mañas. Pero la letra, nos decimos todos, es similar a la del diputado de 1985. Nos llamó la atención lo siguiente:
“Hoy me corrieron de la planta 2 de Altos Hornos. Nada del otro mundo. La verdad muy corteses los cuates de seguridad que me sacaron. Nada parecido a los de Monterrey o de Saltillo, donde los guardas son brutos y altaneros o hasta golpeadores profesionales. Trato de explicarme por qué la diferencia.
Llevo rato repartiendo volantes a la entrada de la planta 1. La primera vez tenía miedo de que me corrieran. En Monterrey, en Gamesa o en la Fundidora por ejemplo, ni pensar en repartirlos; los de seguridad o los lameculos del propio sindicato te los quitan y te madrean. Aquí, en la planta 1 hasta los que reparten el periódico de la sección me piden volantes.
Con esa experiencia no dudé en ofrecerme para repartir el primero que hicimos para la planta 2. Los obreros de la 288, más jóvenes, parece que tienen miedo a entregarlos. No están tan curtidos en la lucha sindical. Me dijeron que podía ponerlos en los camiones que llevan a la planta.
Con esa información y un paquete de dos mil volantes, hace rato tomé un camión a la planta a 2, lleno de obreros muy jóvenes. Decidí esperar para repartirlos en la puerta de entrada.
Cuando bajamos del camión no había tal puerta, sólo un llano y allá lejos las construcciones de la planta. Empecé a repartir los volantes. Inmediatamente se me acercaron dos guardas y me dijeron:
– ¿Que estás haciendo?
–Reparto volantes ¿Qué no ven?
–Tu credencial de obrero.
–No soy obrero, reparto volantes.
–Pues estás en la fábrica y no está permitido repartir volantes adentro. Además entraste sin permiso.
–¡Ah, carajo! ¿Cómo que estoy dentro de la planta?
Mi cara de pasmo debe haber sido de risa. Me dejaron ver a mi alrededor: la planta frente a mí, rodeada de un amplio llano circulado por una malla ciclónica y como a cien metros la puerta también de malla.
–Pues no sabía ¡Ya me voy!
–Vente, te acompañamos– y platicando entre ellos me acompañaron, por una vereda entre la hierba, hasta la salida.
Me fui y los guardias ni adiós dijeron. No me quitaron los volantes. Tampoco me pidieron uno. Me regresé a escribir esto. En la tarde, cuando vengan los de la 2 les preguntaré qué pasó. Seguro se van a reír de mí.

4 comentarios:

  1. Didícil de entender que se fuera tan frescamente, sin una manada de hostias, perdón, del recinto por los vigilantes o polis.
    Te hablo desde aquí, claro. Y es que están acostumbrados a pegar y que luego nadie les haga nada. Salvo excepciones.

    Senocri, el AFRICANO

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  2. Didícil no, perdón otra vez, 'difícil'

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  3. El asunto es que, por esos años de 1979 y en Altos Hornos de México, una empresa estatal, la represión por parte de la empresa era casi nula. Sí la había, pero "institucional" por decir algo, es decir, siempre de acuerdo al contrato colectivo de trabajo, esto es, se aplicaban despidos "justificados". En cambio la represión en bruto era aplicada por el propio sindicato que servía de control mediante los llamados "charros", pero en 1979 los charros no tenían el control de las secciones sindicales, o no lo tenían por completo en la 288 y se andaban con bastante cuidado.
    En cambio, en las empresas privadas de Monterrey, a 120 kilómetros, o en Saltillo más o menos a la misma distancia, las manadas de hostias, madrizas, decimos acá, eran el pan de cada día.

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  4. yo quiero saber si se rieron (y porqué se rieron) del repartidor de volantes...

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