jueves, 4 de marzo de 2010

Dejemos que escriba "el Profe", II

Aunque nadie podía probar que Ricardo Esquivel era quien bajaba el ritmo de las bandas de empaque, los capataces informaron a sus superiores que además alentaba las protestas de las muchachas que empacaban. La administración empezó a perseguir a Ricardo. Como avisos y malas caras de supervisores no funcionaron procedieron a cansarlo asignándole los trabajos más disímiles y hasta absurdos. Ricardo continuó alentando resistencia aunque ya no estaba en contacto con las mujeres y sólo las encontraba en ciertos descansos o a la salida del trabajo. Continuaron hostigándolo. Lo mandaron a trabajos peligrosos. Esquivel no cejó.
Como trabajaba en solitario los administradores decidieron comprarlo, igual que a los líderes charros. Le ofrecieron vacaciones pagadas en el lugar de su preferencia, Acapulco incluido. Ante su negativa, le pusieron enfrente un cheque sin cantidad para que él la anotara. Joven, impulsivo y sin experiencia, como lo reconoció cuando nos contó esta historia, Ricardo se enojó y renunció al trabajo, pero no a la lucha obrera que siguió alentando desde afuera. Soltero y sin gastos se dedicó a organizar a las chicas de empaquetado fuera del trabajo hasta el punto que lograron iniciar una huelga de hecho. Fue entonces cuando los patrones sacaron las uñas y utilizaron al propio sindicato y a los golpeadores del mismo para romper la huelga con violencia sin importar que fueran mujeres las que estaban en paro. Los esquiroles localizaron a Ricardo, le dieron una golpiza y lo amenazaron con peores represalias si tan sólo sabían que seguía en contacto con las obreras. Represalias no sólo contra él, si no sobre todo contra ellas. Desanimado abandonó la lucha hasta la tarde aquella en que nos encontró y retomó no ya la organización obrera pero sí la popular y campesina.
Pasando el tiempo muchas veces lo invité a retomar el trabajo de organización obrera. Nunca quiso. Argumentaba que la CTM, o el sindicato oficialista correspondiente, tenía el control absoluto de cualquier movimiento sindical y cualquier lucha sería brutalmente reprimida. Para el caso de Monterrey su argumento era totalmente cierto y para los tiempos que corren en este siglo XXI y con los gobiernos que padecemos también.
Pero la revolución de 1910, uno de cuyos antecedentes lo encontramos en el sindicalismo de los hermanos Flores Magón, aunque a la postre originó un sindicalismo oficialista como el descrito, también abrió caminos diferentes.

3 comentarios:

  1. Real, muy real, como la vida misma.

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  2. Ah, gran pérdida, la muerte de Montemayor.

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  3. Me invita a que de mi opinión sobre el artículo de 'La Jornada' que trata de Chile y sus sismos en versión política. Leido con atención y dando por verdadera la movilización popular en otras calamidades y su alto grado de solidaridad. Solidaridad que me parece que brota en esos casos de forma espontánea siempre y cuando no se haya liquidado esa hombría de la sociedad. Leído con atención, repito, tengo que declarar que estoy de acuerdo con su planteamiento. Desde aquí, desde España, no es posible tener un referente cercano puesto que no es zona de mucha actividad sísmica. Lo más cercano fue el terremoto de Lisboa y no sé que movimientos y sentimientos se adueñaron de los portugueses para acudir en socorro de los afectados. Pero si sé de otro cataclismo, esta vez político e ideológico que ha sacudido mi país tras de la dictadura del franquismo: la desmovilización social llevada a cabo por un partido que se dice socialista, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) Este partido ganó unas elecciones bajo la dirección de Felipe González, un socialista que estuvo en el gobierno bastantes años (no recuerdo ahora si 12 o 16 años) y que, dicen, es muy amigo de un ricachón de Mexico llamado creo recordar Slim (apellido extraño ¿quizás judío?); bueno, pues durante su 'reinado' fueron liquidadas practicamente todas las actividades de asociaciones de vecinos y otras organizaciones que durante años tuvieron sus raices en la sociedad de la que hallaba savia para actuar en muy diversos asuntos. Es en ese tiempo fue como si hubiera pasado un vendaval y lo hubiera arrasado todo. La sociedad se hundión en la quietud. De esa paralización se aprovecharon numerosos vivillos para enriquecerse: Los escándalos fueron mayúsculos, pero la sociedad, al no tener organizaciones donde apoyarse, se quedó en su casa de espectadora del espéctaculo que daban uno tras otro ladrones y más ladrones de guante blanco. Tal fue la podredumbre que hasta subió a la dirección de un instituto armado, la Guardia Civil, un individuo que desde allí se enriqueció robando a mansalva; tal caradura, en medio de una sociedad petrificada, llegó a extremos de falsificar una carrera universitaria que nunca hizo. Los intelectuales, lo dijo alguno, estaban todos los días de fiestas, invitados por el poder gubernativo, que no tenían tiempo para pensar. Y lo escribía con un cierto cinismo...
    Por eso no puede de dejar de estar de acuerdo con lo que dice el articulista de 'La Jornada' sobre el sismo de Chile y la represión brutal sobre el pueblo en estos momentos. Si un pueblo se hunde en ese egoismo, el individuo no pìensa más que en él. No sé si se entiende lo que digo. Creo que si.

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