jueves, 22 de julio de 2010

Elecciones y derrotas I

Hace un mes le pedimos a Felipe que nos contara triunfos guardados en la memoria colectiva y nos salió con que mejor nos contaría derrotas. Durante tres semanas nos ha narrado una historia que está muy lejos de terminar (batallas perdidas I, batallas perdidas II y batallas perdidas III). Todavía no vemos con claridad de qué batalla se trata. Ahora Felipe nos dice que, mientras él termina esa historia, el Profe nos debe contar una derrota electoral y no pretendidas “aventuras” como las que nos contó hace poco en una cantina.
El Profe se resiste, dice que no tiene caso narrar simplezas. Nosotros argumentamos que nos dejó relatar el robo de veinticinco mil votos. No se opone a que se narren triunfos pero no quiere contar derrotas.
El Profe nos sale con que él no sabe si ese robo de votos fue triunfo o derrota y que lo que nos va a contar tampoco está seguro si fue ganar o perder.
– La historia se desarrolló –comienza a decirnos el Profe– en un municipio del mismo estado donde aquél diputado se robó los veinticinco mil votos, pero fue en unas elecciones únicamente municipales. En el municipio donde pasó lo que cuento el partido tenía mucha gente organizada en lo que llamábamos comités de base. La mayoría de los militantes eran choferes de trailers con experiencia importante en luchas sindicales, con batallas violentas en las que enfrentaron esquiroles, sindicalistas amarillos y golpeadores de la patronal y al fin pudieron formar un sindicato independiente que para la fecha de estas elecciones ya estaba registrado y en el cual seguían participando. En los mítines de cierre de campaña nuestro partido tuvo más gente que el partido oficial, el PRI. Eso puso nervioso al gobierno estatal que acostumbraba ganar con “carro completo” y preparó entonces el fraude masivo, basado en retirar las urnas para que los votos no fueran contados en las mesas electorales, y los resultados pudieran alterarse. En un esfuerzo de organización interna nuestro partido nombró representantes ante la mayoría de las mesas de votación, pero muchos de ellos era la primera vez que participaban en luchas de esa clase y fueron fácilmente neutralizados, cuando no amenazados y sacados de las casillas. En cambio los traileros, que fueron acreditados como representantes municipales del partido, adoptaron una actitud combativa más eficaz y empezaron a levantar actas de reclamo, conforme la ley especificaba, en las casillas violentadas, que eran la mayoría. Su instinto de lucha les indicó que ese recurso legal serviría de poco. Enojados por tanta irregularidad cinco de ellos detuvieron a un vehículo donde funcionaros electorales estatales transportaban una urna todavía cerrada y sin contar, bajaron con violencia a los que la trasportaban y recuperaron la caja de los votos. Cuando tres patrullas de la policía arribaron a “poner orden” los hábiles choferes ya se habían perdido en las calles de la cabecera municipal. Me llevaron la urna y me dijeron: “Profe, al rato va a venir la policía y nos va a quitar esta chingadera ¿Qué hacemos con ella”. Entre todos decidimos rápidamente. Nos llevamos la urna sin abrirla a una comunidad de ejidatarios y comuneros del partido, en un municipio vecino, como a dos horas de camino, donde nos aseguraron que la esconderían y cuidarían que nadie la violara.
– Espera, espera –interrumpimos a coro al Profe– dijiste que nos ibas a contar una derrota y recuperar una urna e impedir que se altere su resultado es un triunfo.
–Buenos, sí –revira el Profe– tal vez recuperar una urna sea un triunfo, pero ¿de qué sirve si las casillas en el municipio eran 27? Y había más, robar urnas era y es un delito electoral. Teníamos toda una semana para encontrar cómo sacar provecho de lo realizado, pero hoy ya nos alargamos. Dejemos pasar una semana y dentro de ocho días les cuento qué fue lo que pasó después.

3 comentarios:

  1. Hum.
    Definamos triunfos. Y derrotas.
    ¿Esos esfuerzos de organización no son, en si, triunfos?
    Hago honestamente la pregunta.

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  2. Creo que la pregunta tiene implícita la respuesta que yo comparto, pero ¿todos piensan lo mismo?
    Saramago dijo que escribía para desasosegar. Lejísimos de Saramago me pregunto: suscitar preguntas con respuestas múltiples, indefinidas o que a su vez se responden con otras preguntas ¿qué es?

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  3. esas preguntas son las buenas.

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