jueves, 15 de julio de 2010

Jacinto Arriaga habla con Manuel, hermano de Felipe Gómez (1931 + - )

Jacinto Arriaga y Manuel Gómez están sentados en el suelo, a la sombra de un árbol frondoso, que fue plantado hace mucho a la vera de un camino real. Doscientos metros más adelante están las ruinas de lo que fue la “casa grande” de la hacienda “La Maroma”.
– Nos hace falta tu hermano Felipe. Con él ya hubiéramos organizado algo para saltarnos a los acaparadores. Nos pagarían más por el ixtle y no tendríamos que estar esperando a que tipos como Eusebio nos hagan esperar lo que se les da la gana pa’comprarnos la fibra.
– Si otra vez nos sale el tal Eusebio que la fibra esta húmeda, que mal tallada, que bajó el precio yo no se la voy a vender. Mejor la guardo. Al fin y al cabo no se echa a perder.
– Y qué ¿el dinero no te hace falta?
– Felipe mi hermano tenía razón. Ahora que tenemos el ejido podemos sembrar lo que se nos da la gana. Este año me fue bien, tengo maiz y frijol suficientes. De hambre no nos vamos a morir. Mientras la Chole y los chilpayates estén sanos no vamos a necesitar mucho dinero. Si viene el maistro d’escuela, pa’lápices y cuadernos tengo suficiente ahorrado. Puedo aguantar sin venderle esta semana a ese cabrón de Eusebio. Si me veo muy apretado vendo un chivo y hasta creo que alcanzo a vender un poco de maiz y frijol y todavía me sobrará pa’la siembra que viene.
–¡Ah qué Manuel! Qué bueno que estás bien organizado. Por algo eres el presidente del comisariado. Pero con no venderle al Eusebio no ganas nada. Si todos nos negáramos a venderle tal vez lo obligaríamos a pagar mejor. Acuérdate que tuvimos que jalar todos parejo para quitarle las tierras al viejo Alcántara. Y luego nos costó harto trabajo que el tal Portes Gil nos reconociera legalmente el ejido.
– Pero es que todos queríamos las tierras.
– ¿Y qué? Las queríamos desde antes que tomáramos las armas y no le podíamos hacer nada al cabrón de Alcántara. Se tuvo que morir Felipe, tu hermano. Y los que anduvimos con Pancho Villa aprendimos que si no estamos bien organizados, si no sabemos ponernos de acuerdo, si no jalamos parejo, pues, no conseguimos nada. El diez y siete, cuando nos apropiamos de las tierras de La Maroma fue porque jalamos parejo, nadie se rajó.
– ¡Eeeeh! Si tú no nos organizar y nos diriges no hubiéramos logrado nada.
– Ya cállate. Fue tu hermano Felipe el que nos dirigió esa noche.
– ¿Y también fue Felipe el que te salvó cuando perdieron la batalla de Celaya?
– Ahí viene Eusebio. Prepara tu ixtle y no estés diciendo pendejadas.
Los dos hombres de treinta y tantos años se levantaron y fueron a formarse en la fila que sus compañeros ejidatarios hicieron frente a la mesa donde un hombre maduro, bigotón y muy gordo, el tal Eusebio, empezaba a comprar la fibra del ixtle de lechuguilla.
– Te vuelvo a insistir, Manuel – dijo por lo bajo Jacinto – deberíamos juntar la fibra de todos y vendérsela a Eusebio junta. Hasta para quitar estas colas sería bueno. Hay que insistir en la próxima asamblea.

1 comentario:

  1. Leído camarada. ESpero otra entrega, si no te vas de vacaciones

    Senocri

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