jueves, 22 de septiembre de 2011

Bernardo Cervera. Monterrey, Nuevo León (finales de 1977)

En tanto campesinos talladores de ixtle se reunían en Paredón Coahuila, preparándose para las batallas que por aquel entonces dieron para que funcionara mejor la Ferestal, F.C.L., su cooperativa, Bernardo Cervera (aquí sus antecedentes) buscaba tema y material para hacer su tesis y ayudaba a Tomás Cruz a encontrar a esos jóvenes que se auto nombraban “brigada Francisco Villa”.
Casi por finalizar 1977 Bernardo se desesperaba. Ninguna de sus pesquisas le daba el menor indicio de la tal brigada. Tomás Cruz insistía:
– ¡Claro que la brigada existe! Estoy viejo pero todavía sé de periodismo. Mis datos no están equivocados.
– Ya hablé con muchos profes de la universidad. Logré que algunos amigos y conocidos me contactaran con personal de gobernación del estado. No son funcionarios muy altos pero sí enterados. Hasta logré entrevistar a un jefe bastante importante de la policía judicial. Nadie sabe nada de la tal brigada. Se hubieran reído de mi si no les hubiera tratado otros temas, supuestamente para la tesis de sociología.
– Lo que pasa es que tal vez la tal brigada no use públicamente ese nombre– se le ocurrió al viejo Tomás, terco, físicamente muy disminuido, pero todavía lúcido y creativo– tal vez no la conozcan con ese nombre. Busca a unos jóvenes que anden construyendo al tal Partido Socialista de los Trabajadores, que todavía ni registro tiene. Pero ¿qué importa? El Partido Comunista Mexicano existe desde hace mucho y ni quien la vaya a dar registro mientras esté el PRI en el poder. Y vaya que al PRI le queda tiempo por delante. Anda. Pregunta por el PST. No te me vayas a echar cuando ya estamos llegando.
– ¡Qué llegando ni qué llegando, don Tomás!
Pero Bernardo le hizo caso al viejo y tuvo suerte: entre los maestros que visitó nuevamente se encontró con un tal Abraham Nuncio, al cual unos jóvenes ilusos, así dijo el catedrático, lo habían invitado hacía poco para que se afiliara precisamente a ese partido, fundado por Heberto Castillo según rumores, pero que los jóvenes decían que no, que Heberto no tenía que ver nada con el partido, que los fundadores eran unos jóvenes encabezados por Rafael Aguilar Talamantes.
Así, allá por una colonia cercana a la fábrica de fibras sintéticas “La Celanese”, llegando por la avenida Bernardo Reyes, un sábado por la tarde Bernardo encontró la casa, taller de costureras, donde el partido naciente tenía su “oficinas”. En un cuarto de más o menos unos veinte metros cuadrados. Con la maquinaria de costura arrinconada contra una pared, sentados en el suelo y algunos afortunados sobre pilas de discos de tela de algodón para pulir metales, un grupo abigarrado, todos pobremente vestidos pero muy bien integrados a la asamblea que se efectuaba cuando Bernardo llegó, le hizo comprender al estudiante Cervera que por fin había encontrado al partido naciente. Tal vez los jóvenes que presidían la reunión eran la mentada brigada Francisco Villa. Ya tenía buenas noticias que llevarle a Tomás Cruz.

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