jueves, 29 de octubre de 2009

El Mezquite, Cardonal Hidalgo IV (1985 + -)

La morada de Anastasio Yeso está vacía. Desde hace dos días ni él ni su hija se ven por la casa, que consiste en un solo cuarto con paredes de adobe y techo de láminas de cartón. Adosada a la pared del lado oriente, una enramada con paredes de carrizo cobija al fogón que ya no se usa. Desde que murió la esposa de Anastasio, hace unos siete años, la familia acostumbra comer en otros lados. Cuando el hijo mayor vivía con Anastasio a veces calentaba algún alimento es ese rincón. Ahora que Yeso vive solo con su hija de 17 años, comen en San Antonio Sabanillas. Padre e hija únicamente llegan a dormir y no siempre. Ayer aún Anastasio sabía que mientras habitara en su parcela y la trabajara los comuneros la respetarían. Hasta el diputado, que no es ni indio ni comunero, aseguraba que nadie le quitaría la posesión de la tierra en tanto la trabajara. Con todo, la quería escriturar como propiedad privada.
Son aproximadamente las once de la mañana. El sol ya quema implacable en esa mañana de semidesierto. Doscientos ñahñúhs y un mestizo aguardan en absoluto silencio; el Profe no sabe bien qué esperan. De pronto Teódulo, el comisariado de los bienes comunales y el que propuso lo que todos acordaron, se adelanta decidido. De un golpe de zapapico derriba la puerta y entra seguido por el delegado municipal y el resto de autoridades ejidales y comunales. Sin dudarlo el Profe también accede; es el único que entra sin ser autoridad en el pueblo. El silencio sigue, absoluto. El delegado municipal busca documentos o artículos de valor, asistido por los presidentes de los comités de vigilancia. El secretario del comisariado apunta en una libreta el resultado de la búsqueda: no hay nada de valor, solamente ropa vieja, trastos en mal estado, una mesa y dos silla deterioradas y dos petates sobre el suelo de tierra. Finalmente se intercambian unas pocas palabras en ñahñúh. El Profe adivina: certifican que no hay nada de valor. Se firma el acta y todo vuelve a la quietud en la penumbra del cuarto. Nuevamente Teódulo, en medio de un silencio impresionante, empuña el pico y da un golpe seco en el punto que ha considerado la clave de la casa. Se acaba la inmovilidad. Los asistentes, estén dentro o fuera de la vivienda acuden a recibir las partes de la casa que otros derriban. Sólo se habla en murmullos, aunque el estruendo de los golpes y de la techumbre que se desploma poco a poco en manos de los indígenas es grande. El Profe solicita una herramienta para colaborar, pero el secretario del comisariado ejidal le dice, seco: te invitamos nomás como testigo; déjale así. El diputado entiende las razones de lo dicho. Por su fuero constitucional sería muy difícil que lo alcanzaran sanciones penales. No se trata pues de protegerlo: el respeto a la autonomía ejidal es lo que ahora importa; son los dueños los que están defendiendo su propiedad colectiva, no aceptan intromisiones.

-Venga a la casa a tomarse un pulque -invita Teódulo al Profe escasos quince minutos más tarde.
De la casa ya no queda nada en pie. El presidente del comisariado está tranquilo. La responsabilidad directa de haber derribado una vivienda no parece haberlo alterado. Sin embargo el diputado lo nota triste, aunque el rostro del indio sonría al terminar la invitación.
Dos horas después, cuando el Profe se retira del poblado ve dos tractores arando la parcela de Anastasio. Ya le contaron que todo fue sepultado en una zanja y dentro de unos días el maíz comunal empezará a despuntar gracias al riego de aguas negras que vienen de Distrito Federal.

2 comentarios:

  1. El relato tiene ritmo, tiene garra. El ánimo queda suspendido de las palabras. Uno espera algo. Sin estridencias. Pero con el corazón un poco agarrotado. Hay casi tragedia sin serlo. Se nota soledad y determinación sin pensar en el uno individual que está por ahí. Ya está. Arado. Ya crece el maiz. Aquí no ha pasado. Pero el padre y la hija se nos han quedado en la mente. Me ha gustado. Mucho.

    Senocri, el africano

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  2. Si puedes lee esto. Ya me dirás tu opinión.

    http://www.rebelion.org/noticia.php?id=94290

    Senocri, el africano

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